El organismo enfrenta un escenario complejo signado por el derrumbe de varios bancos regionales que trasladó los temores de una crisis financiera sistémica.
En su batalla contra la inflación, Estados Unidos llevó a cabo un ajuste tanto fiscal como monetario. En el frente fiscal, el déficit de 12 meses pasó de representar 20 puntos del PBI, durante la pandemia, a casi 4 puntos, en agosto de 2022. A partir de ese momento comenzó un nuevo deterioro, ubicándose actualmente por encima del equivalente a 6 puntos porcentuales del producto.
En el frente monetario, el ajuste se centró fundamentalmente en la suba de tasas de interés, llevando a cabo el mayor incremento en el menor período de tiempo registrado hasta el momento. La otra parte del ajuste fue resultado de la reducción del balance de la Reserva Federal (Fed) iniciado en el segundo trimestre de 2022, sumado al efecto de la inflación, que permitió reducir los saldos reales a niveles similares a los de hace dos años.
Los procesos de ajustes de tasas de interés no son gratuitos y gran parte del impacto no es inmediato. Tienen la particularidad de, inicialmente, presionar al alza los alquileres, que en Estados Unidos tienen una importante participación en los índices de precios, por lo que la inflación tiende a acelerarse antes de comenzar a ceder. Por otro lado, un aumento de tasa de 450 puntos básicos en el plazo de un año genera bajas en el precio de los activos y afecta la rentabilidad de los sectores más endeudados, deteriorando la calidad crediticia de empresas y personas. De esta manera, el sistema financiero es el sector donde primero repercuten las consecuencias.